domingo, 23 de agosto de 2009

Sun Moon Lake y los 4 Picos de Wu-Lin

El último fin de semana antes de que algunos regresen a sus lugares de origen nos dirigimos al Sun Moon Lake. El sábado por la mañana cogemos un tren hasta Taichung, en el centro de la isla. La idea, una vez allí, es alquilar una scooter y hacer con ella el recorrido hasta el lago, unas dos horas.
Alquilar una moto no resulta sencillo. En la estación hay una pequeña oficina de información turística y la chica que trabaja allí no indica que no podemos alquilar una scooter sin un carnet taiwanes (ni siquiera le vale el internacional, que me molesté en sacar en Barcelona, pero no de validar en Taipei), lo cual es falso. Muchas compañías no quieren alquilar a extranjeros por miedo a las multas y en un paseo por los garajes que hay alrededor de la estación comprobamos que efectivamente es así. Tras una hora de llamadas encontramos una empresa donde podemos alquilar las motos.
Sin GPS ni mapa de carreteras no resulta sencillo moverse. Acabamos en la autopista. No tendría nada de raro si no fuera por que las scooters, aunque tengan una cilindrada superior a 125cc., no pueden ir por autopista en Taiwan.
Los coches que pasan a nuestro lado nos indican que tenemos que salirnos. Las reacciones son de lo más variadas. Algunos calificaron la experiencia como el susto de su vida, otros ni se dieron cuenta de que no podíamos circular por esa vía y pensaron: que maja esta gente que saluda constantemente hasta en la carretera. Por mi parte sólo pensaba en no encontrarme con la policía.
Una vez fuera de la autopista la carretera cruza por campos de arroz hasta las montañas por donde asciende hasta llegar al lago.
Comienza a llover de forma seria. Compramos un plástico en un 7-eleven que nos sirve de chubasquero cuando estamos ya calados hasta los huesos. El plástico no vale para protegernos de la lluvia pero hace que la ley de Murphy se cumpla a rajatabla: nos ponemos el chubasquero y deja de llover.
El Sun Moon Lake resulta ser un centro turístico, agradable y bonito, pero sin más. Tenemos la suerte de coincidir con un festival de música clásica. Donde la orquesta sinfónica de Taiwan junto a Hu Nai-yuan interpretan un concierto de Beethoven para violín.
El domingo una vuelta por el lago y regreso a Taipei.


La semana pasa estresante pues se acerca la fecha de varias entregas y aún queda trabajo pendiente. Aún así el miércoles fiesta por todo lo alto de despedida. El jueves por la noche Antonio y yo nos vamos a la montaña. El viernes Ester, Marian y Martín dejan Taiwan.

Algo menos de la cuarta parte de la isla tiene tierras cultivables, el resto está ocupado pro agrestes cadenas montañosas de origen volcánico. Esas montañas son nuestro próximo destino.
La superficie llana de Taiwan es aproximadamente la cuarta parte de la isla y tiene aproximadamente la extensión de la comunidad Madrid. En ella se concentran cerca del 80% de la población, algo más de 20 millones de personas.
En un principio queríamos subir a la montaña de Jade (Yu San), el pico más alto de la isla con algo más de 3.900 metros. Para ello contactamos con un club de montañismo, ya que se requiere una licencia especial para acceder al mismo. Por desgracia el tifón ha destruido el camino de acceso y no podremos subir. Iris, nuestro contacto en el club nos propone ir a Wu-Ling y nos asegura que como ruta de montañismo resulta mucho más interesante que Jade, ascendiendo a 4 picos (Tao 3.325, Kalahei 3.133, Chihyou 3.239 y Pintian 3.524). Además nos acompañaran porteadores locales llevando la comida y lo necesario para prepararla.

La ruta consta de tres etapas la primera es una dura ascensión desde los 1.800 m hasta 3.320 del monte Tao en menos de 5 kilómetros.
El camino en la primera etapa está perfectamente marcado y salvo en algunas zonas donde hay que literalmente atravesar el bambú muy cuidado. El cuidado de los caminos contrasta con los escasísimos recursos del refugio.

Lo primero que llama mi atención es que la vegetación de montaña es semejante a la que se encuentra en España, con la excepción de algunas especies de bambú, y que contrasta con los bosques tropicales a los que la isla me tiene acostumbrado. Las especies predominantes son distintos tipos de coníferas, entre las que destaca el pino taiwanes que decora el paisaje con unas piñas de color azul oscuro con motas blancas y que se puede encontrar hasta alturas de 3.300 m (el paisaje a 3.000 metros de altitud aquí es más propio de una altitud susancialmente menor en otras formaciones montañosas en las que he estado)

Desde Tao, por la cresta de la montaña nos dirigimos a Kalahei y vuelta al refugio. Este trayecto resulta ser un machacapiernas con empinadas subidas y bajadas. La vista desde el pico no merece la pena y lo único por lo que la paliza merece la pena es por contemplar el mar de nubes a nuestros pies y la ruta por el bosque.
Casi 5 horas más tarde acaba de llegar la expedición, me muero de hambre y el arroz, tofu y carne que nos prepara el cocinero me sabe a gloria bendita.
Por la noche hace frío, concepto que pensé que había desaparecido en Taiwan, y no tengo equipo para ello. Por fortuna en el refugio y dentro del saco se está bien.


La segunda etapa va del refugio a Pintian pasando por Chihyou. Es menos dura, algo más técnica y muchisimo más divertida. El ascenso a Pintian culmina con una bajada de unos 100 metros y una subida posterior de poco más por una pared vertical.
Las vistas desde Pintian son impresionantes, y a un par de kilómetros se puede ver la Snow Montain, la reina de Wu-lin con sus más de 3.800 metros. El ascenso hasta ella hubiera requerido una jornada más u otro planteamiento. Me quedo con las ganas de coronarla.

La última jornada es de descenso y mis rodillas la soportan mejor de lo esperado. En la foto: Antonio, Gordon, Iris, Megan, Miquel y yo.


Tras ello nos dirigimos a unas hot springs. La ducha me sienta genial (aunque me había acostumbrado al aroma agrio del sudor acumulado) y mis musculos agradecen el agua caliente de las hot springs. Cenamos todos juntos y fin del recorrido.

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