jueves, 30 de julio de 2009

Bangkok II

El sabado nos levantamos sin prisa y nos dirigimos a hacer un recorrido por el río y los canales. Tras el consiguiente jugueteo con el precio (600 baths por cabeza de precio de salida a 700 por todo el grupo) una motora nos lleva de recorrido por los canales, los barrios de la periferia y un pequeño mercado flotante, vetigio de una forma de comercio extinta en la ciudad y que queda solamente para deleite de los turistas.

El viaje de poco más una hora merece la pena y te aleja del ruido y el agobio de la ciudad.
El paseo finaliza en el Wat Arun o templo de la aurora. Al bajar una señora nos dice que tenemos que pagarle por desembarcar. Le mando a paseo de la forma más educada que puedo que es poca.
El más alto de los templos de la ciudad sigue el estilo camboyano y está decorado en su totalidad con porcelanas chinas, restos de tazas y platos. Desde su torre central se tiene una vista privilegiada de la ciudad.
Junto al templo cogemos un barco de línea que nos cruza el río para llegar al templo más antiguo de la ciudad, el Wat Po. En su interior un buda de 46 metros de largo y 15 de alto y el lugar donde está la escuela que preserva una antigua tradición: el masaje tailandes. ¿Qué mejor sitio para probarlo? Se trata de un masaje basado en presiones, estiramientos y manipulaciones leves, que el masajista realiza con un marcado vaiven de todo su cuerpo de forma totalmente rítmica. Genial.


Por la noche a Chinatown. Un barrio de emigrantes chinos lleno de restaurantes...chinos. Viviendo en Taiwan carece de sentido cenar aquí. En su corazón se encuentra el mercado de Chinatown. Miles de personas y puestos donde se venden griferías, ropa, telefonos moviles, relojes con calculadora y un millón de trastos inútiles. La marea de gente te arrastra y comparativamente convierte una visita al Rastro un domingo por la mañana en un agradable paseo por el campo.
El domingo tenemos la excursión a Kanchanaburi. A las 7 de la mañana se supone que pasan a recogernos... 7:15 y no aparece nadie. Unos monjes pasan casa por casa donde la gente les espera en las puertas con comida y bebida que recogen en una especie de urnas. Pregunto a nuestros vecinos y me explican que la gente prepara la comida que los monjes consumen, una tradición que se va perdiendo en las ciudades pero que se mantiene fime en el campo. Sigue sin venir nadie a recogernos. El vecino se ofrece a ayudarnos mientras echa pestes sobre la poca seriedad de muchas pequeñas agencias de viajes. La abuela de la familia nos ofrece para desayunar una pasta frita en aceite parecida a un churro.
Finalmente vienen a recogernos con casi una hora de retraso, nos despedimos agradecidos de nuestros amigos y ponemos rumbo a Kanchanaburi. El vehículo parece un minibus pero en realidad es un cohete de competición conducido por la versión tailandesa de Fernando Alonso. 160 por la carretera y adelantamientos con otros coches viniendo de frente que se apartan al arcén. No sabía que la excursión incluía deportes de riesgo.
La primera parada es en el tristemente famoso puente sobre río Kwait (Khwae). Un puente construido por los japoneses mediante prisioneros de guerra para comunicar Birmania y Siam. El puente fué bombardeado por los americanos y en él perdieron la vida más de 200 prisioneros.
De ahí nos llevan a dar un paseo en elefante por la jungla. Los elefantes en Tailandia han sido empleados siempre como animal de transporte y en trabajos de campo, aún así no puedo evitar pensar que su lugar está en la libertad de la selva.
Un corto viaje en canoa de bambú por el río y una visita express a las cascadas de Sai Yok Noi con el tiempo justo de darnos un chapuzón (la próxima vez que alguien me recuerde que odio las excursiones organizadas).


Estresados nos dirijimos a la última parada: el templo de los tigres. Se trata de una reserva para animales levantado por un grupo de monjes budistas, y que incluye una treintena de tigres. El primero llego allí tras quedar huerfano al nacer y la mayoría han nacido en el templo así que no pueden sobrevivir en la selva y contribuyen a que los monjes puedan tener una vida libre de preocupaciones económicas.


Para la cena se nos hace tarde, nos dejamos guiar por un tuctuquero y no falla...clavada al canto.
El lunes visitamos la ciudad sagrada de Ayutthaya, situada a 90 km. de Bangkok y a algo más de una hora y media en tren. Un tren decente a la ida y otro que se cae a trozos a la vuelta.
Ayutthaya fundada en 1350 y fué la capital de Siam hasta que cayo en manos de Birmania en el siglo XVIII y ésta se translado a Bangkok. Dicen que erá una de las grandes maravillas de Asia y las ruinas de la ciudad expoliada dan fé de ello. El sol aplastante nos derrite el cerebro y un tuc tuc nos va llevando de templo en templo. Una visita que sin dudarlo merece la pena.




Para la cena regresamos a Patpong al pequeño restaurante en que estuvimos y disfrutamos un delicioso buey de mar al curry amarillo para chuparse los dedos.
El martes ponemos fin a nuestra estancia en Tailandia con un paseo por el barrio y el mercado de Kaoshan para gastar los últimos baths que nos quedan y al medio dia vuelta a Taiwan.

Bangkok I

El jueves por la noche salimos con dirección a Bangkok. Martín está allí con Barbara y Marian, Luis y yo vamos un día después. El primer percance se produce en el aeropuerto. Por un error con la tarjeta de crédito no ha hecho efectiva la reserva de Luis al que no permiten volar. Por si acaso, nadie coge el teléfono en TERMINALA para que al menos podamos cagarnos en alguien. Ya sabemos que ésto no soluciona problemas pero ayuda a relajar los nervios.

Tras poco más de tres horas llegamos al aeropuerto de Bangkok. Es la segunda vez que estoy aquí pero está vez para hacer parada. Cambiamos dinero. Un bath (la moneda local) es aproximadamente un NTD, así que las cuentas se simplifican.

Nos han advertido de la cantidad de taxistas clandestinos, pero al salir del auropuerto una señal indica donde se cogen los taxis públicos. Nos dan un ticket con la dirección y uno de los taxistas que espera en la cola nos recoge y nos acompaña a su vehiculo (muy organizados si señor. La de trapicheos y pollos que se podían haber evitado en Barajas con este sistema. Que se lo pregunten a algún taxita y a muchos usuarios).

Nos dirigimos por algo que parece la B-30 al hostal que hemos reservado. En uno de los peajes el taxista me mira y extiende su mano hacia mi. Entiendo que quiere que le de pasta para pagar el peaje.

Llegamos a la calle en cuestión pero no encontramos el hostal. Un lady-boy impresionante de casi 1,90 nos indica en perfecto inglés donde está el hostal. La callecita por la que nos metemos las once y media de la noche y que da acceso a nuestro destino era para verla. Si yo fuera un señor malo esperando un turista me colcaría aquí sin dudarlo. Con que al salir de aquí conserve los calzoncillos me conformo, pienso.

El hostal está localizado en Banglaphur, a un kilometro al norte de las principales áreas turísticas, al margen del río Chao Phraya (ignoro si alguna de estas dos palabras significa ya río), sobre el que tiene unas vistas privilegiadas. Está compuesto por pequeñas cabañitas de bambú, con un “baño” sin intimidas con una cortina que no cubre la puerta y una cama tan enorme como dura cubierta por una mosquitera. No hay cadena de la que tirar así que un cubo con agua y la ducha sustituyen está funcionalidad. El sitio es barato (10€ por noche la doble) y tiene su encanto.

La primera impresión de la ciudad es que, al menos los barrios, son similares a los de Taiwan (con los carteles en tailandes en vez de en Chino claro está), si bien notablemente más humildes. Soportales donde la gente vive y donde montan tiendas o casas de comida y multitud de puestos callejeros. Tampoco falta el 7 eleven de turno en cada esquina.

Vamos a cenar a una de esas casas de comida. La comida, conocida por todo el mundo, es deliciosa (para cualquiera al que le guste el curry, el coco y los cacahuetes, aunque hay multitud de platos que no tienen ninguno de estos elementos) y algunos platos más picantes de lo que estoy acostumbrado (mi hermano alcanzaría el éxtasis culinario).

Al lado del hostal hay un ring de entrenamiento de boxeo tailandes (sin ninguna duda el deporte nacional por excelencia) bajo una lona al aire libre. Al salir a pasear por la mañana en busca de un café, un hombre duerme en él bajo una mosquitera.

Nuestro primer destino Wat Phra Kaew dentro de los terrenos del palacio real. El Wat Phra Kaew es un templo budista (el 95% de la población tailandesa es budista), el más importante en toda Tailandia. En su interior está el Buda Esmeralda, una pequeña talla que en realidad está hecha de Jade y que es el principal icono religioso de esta gente.

A la entrada del recinto contratamos a un guía para que nos cuente la historía y batallas del sitio, merece la pena en estos casos. El guia consigue dos camisas hawainas horribles para que las niñas se tapen los hombros y hacemos un recorrido por el templo y el palacio de poco más de una hora.

No tiene absolutamente que ver con los templos taiwaneses. Diversos edificios componen el recinto en el que destacan los chedis o pagodas, cubiertas de oro; los fantasticos demonios que cuidan el templo de los malos espiritus y otros seres mitológicos y cuenta con una reproducción del templo de Ankor en Camboya. El rey de turno quiso traerselo hasta aquí piedra por piedra pero luego vió que no le cabía y mandó hacer una copia en pequeñito. Visualmente el lugar es impresionante, lleno de dorados, reflejos y colores.

A la entrada del edificio que alberga al Buda Esmeralda la gente humedece una flor de loto y pide su deseo frente al Buda.

El buda cambia de traje en cada una de las estaciones (verano, lluviosa e invierno) y es el propio rey el que viene a hacerlo.

En cualquier templo, al sentarse, los pies nunca deben apuntar al buda.

Los tailandeses tienen beneración absoluta al rey, que es una figura no sólo política sino también religiosa. El rey es una figura divina (por debajo del Buda) pero en un sentido distinto al se entendería desde una religión como la católica pues en ese sentido el budismo carece de dioses. Hay fotos del rey por toda la ciudad y decir cosas feas del rey además de que está muy mal visto está penado de forma sería (a los del jueves les habría caido un puro mucho más gordo por aquí)

Tras unas semanas con la gente taiwanesa había olvidado la alerta que uno ha de mantener al ir a un sitio turístico. Rápidamente los tuctuqueros se encargan de recordarmelo. Un tuctuquero es aquél que conduce un tuc tuc y un tuc tuc es una especie de triciclo con motor con sitio para llevar gente, a ser posible turistas y a ser posible a un sitio donde sacar comisión. En cuanto salimos del templo la gente nos ofrece todo tipo de quincalla, souvenirs, taxi, tuc tuc...

Comemos por Kaoshan y despues de ello pretendemos hacer una ruta la ciudad. Para ello haremos el paseo en tuc tuc que resulta ideal para moverse entre sitios, ya que no es caro y el conductor espera a que visites el sitio al que te lleve para conducirte al siguiente punto. El precio está fijado de antemano tras un duro regateo, pues el tuctuquero intenta primero cobrar el triple de lo que cobra habitualmente y el objetivo es llegar a que sólo sea el doble. El recorrido que queremos hacer debería costarnos unos 50 baths. Un tuctuquero nos ofrece el recorrido por 5 baths por barba. No creo que se haya asustado ante las dotes negociadoras que mis rasgos puedan denotar (y no dudo del material genético conociendo a mis ancestros). Habrá gato encerrado, y efectivamente lo hay. El clásico de vamos a una tienda que bla, bla hace su aparición. Al menos el tio es sincero y nos pide que simplemente paremos un minuto diciendonos que le pagan si entra alguien: una tienda de trajes y dos agencias de viajes por el camino interrumpen nuestra visita (en una de ellas contratamos una excursión a Kanchanaburi que queríamos hacer por sólo 200 baths más del precio que nuestro mismo hostal la ofrece...). Paradas incluidas, el recorrido en tuctuc y las visitas componen una tarde de los más divertido.

Por la noche vamos al mercado nocturno de Patpong, el corazón del barrio rojo de Bangkok. Multitud de puestos con imitaciones de todo tipo, comida y gente ofreciendo ping-pong shows. El título completo es sexy pussy (coño para los que no saben inglés) ping-pong show así que eso nos da una pista de por donde van los tiros. Sin precio de entrada, una cerveza cuesta 100 baths, así que finalmente nos decidimos a ver un ping-pong show...pardillos.

LAS SIGUIENTES LÍNEAS PUEDEN HERIR LA SENSIBILIDAD DE GENTE DELICADA, SE RUEGA A ESTÁ GENTE Y A MENORES DE 18 AÑOS FINALICEN LA LECTURA DEL POST EN ESTE PUNTO.

Entramos en lo que parece un bar de striptease, nos acomodamos y nos traen nuestras consumiciones. Sobre una pista de baile tres mujeres medio desnudas se mueven sin gana ni ritmo. A menos que alguna de ellas sufra la misma extraña mutación que Benjamin Button, no nos cabe ninguna duda de que el "espectáculo" no incluye a menores. Dos chicas se acercan, les decimos que no queremos nada y dejan sus copas sobre nuestra mesa. Retiramos las bebidas para evitar "malentendidos" y le insistimos a la camarera para que se la lleve. A regañadientes nos hace caso, esto huele mal.

El show no tiene el más mínimo rasgo de erotismo ni sensualidad y lo único que incluye de sexual es que intervienen los genitales de las artistas: una mujer que lo utiliza para escribir "welcome" con un pincel, otra que se introduce un hilo del que cuelgan cuchillas de afeitar, una mujer que utiliza los musculos del interior de su vagina para como catapulta para lanzar pequeños platanitos al público a más de 7 metros ( incluyendo algun disparo hacia atras en una posición que recuerda a uno de los hermanos Derrick haciendo la catapulta infernal) y mi favorita una tía que descorchaba botellas de cerveza con el coño. ¡Que práctico! pienso. En Alemania aprendí a abrir una botella de cerveza con otra, así que me abstengo de pedirle matrimonio.

El bizarro espectáculo se completa a nuestra derecha con parte del público: una pareja de mediana edad con sus dos hijos (la chica no llega a los 20 y el chico no llega a los 15) y comentan la jugada. Mi creencia de que los nórdicos están muy avanzados en educación sexual queda confirmada.

De un trago terminamos la consumición y pedimos la cuenta. La simpática cajera nos presenta una cuenta superior a lo que deberíamos pagar. Le digo que le debemos 400 baths y empieza a levantar el tono y a amenazar con llamar a la mafia de Bangkok. Por 200 baths la mafia no se va a molestar en venir, pienso, hasta que me doy cuenta de que nos pide 6600 baths (unos 130 euros) y no 660 como leí en primera instancia. Crecido por la primera negativa le indico que se ha equivocado pues debemos 400 y que no teníamos pensado invitar a toda la gente que viniera a tomar algo. La mujer rebaja su pretensión a 1200 baths, sacando una lista de precios de debajo de la mesa. Le digo que 400 que es lo que le debemos y lo que le pagaremos. Finalmente me dice que le pague eso. Le doy el dinero cuando salimos por la puerta (si alguno se acojona y paga eso que se llevan). No ha pasado nada porque estabamos encima justo del mercado donde hay policía (saberlo me permitía no acojonarme ante la situación) y sobretodo mucha gente y futuros clientes.

A ver si hacemos más caso a mamá y no hablamos con extraños.





martes, 28 de julio de 2009

El norte de Taipei

El viernes 17 algunos amigos deciden ir hacia el este de la isla. No puedo perder todo el finde así que decido quedarme por el norte.

A poco más de media hora de Shipai, el barrio donde vivo, al final de la linea de Danshui, (la linea roja, que curiosamente no pasa ni por Ventas ni Pza. Cataluña) se encuentra...Danshui. Se trata de una pequeña ciudad costera, con algunos restos de la presencia española.

Hay un mercado diurno, cosa bastante extraña, que cierra al medio día. Esta compuesto estrechas callejuelas, en algunas apenas entra la luz, donde se vende ropa, pescado, marisco, carne y todo tipo de frutas. Un sitio curioso, pero mucha gente en muy poco espacio. En el centro del mercado el correspondiente templo, en esta ocasión como parece oportuno, dedicado a Matzu, dios del mar.

Nos dirigimos al fuerte Santo Domingo, un paseo de 20 minutos para ver...nada 4 ladrillos reconstruidos.

Me he puesto gafas de sol para pasar desapercibido entre la multitud y que mis ojos no me delaten. El disfraz de lugareño no está demasiado conseguido, tal vez sea la barba, la próxima vez me afeitaré

Un pequeño paseo por alguna de las calles características de la ciudad y marcha al próximo destino.

Un par de paradas más cerca de casa, en Guandu, se encuentra el templo de más antiguo del norte de la isla. Está dedicado también a Matzu. Fue fundado en 1661 y su nombre original era 'Templo Ling-shan (monte Ling)', en mandarín se entiende, pues ese es el monte en el que está situado.

Según la leyenda, en 1895 tres higueras de Bengala situadas a la entrada del templo murieron repentinamente la misma noche. La gente creyó que era un mensaje de Matzu y efectivamente en breve la zona fue ocupada por los japoneses.

El templo está lleno de dragones tallados exquisitamente en los pilares, esculturas de leones de piedra y murales. Las puertas están talladas -lo común es que estén pintadas- y las vigas bellamente decoradas y pintadas.

En el altar mayor se encuentra una imagen de Matzu. Tiene cara de bueno en contraste con la cara feroz de las figuras a su lado, que vigilan con cara de 'cuidado con lo que haces que te estoy viendo'.

A la derecha de Guandu Templo en sí, hay una cueva y en la parte trasera un altar dedicado al Buda Guanyin, tesorero de la misericordia. En Taiwan la religión principal es el taoísmo, pero mezclado con múltiples elementos budistas.

Siguiendo el camino en dirección a mi casa paramos en Beitou. Beitou es conocido por sus aguas termales. A lo largo de toda la geografía de la isla hay lugares con estas aguas y su explotación cobró fama a partir de la ocupación japonesa (los japoneses son fans de los hot springs). Un paseo por el parque principal por el que baja un riachuelo. La vereda de este rio no refresca lo más mínimo y a su vera la temperatura es aún más alta. Una visita al valle del infierno, una piscina natural con agua a mas de 80 grados (no apto para el baño por razones obvias) y estamos listos para probar las aguas termales. Elegimos unas públicas, la entrada son 40 NTDs. Son unos baños mixtos y hay que llevar bañador. En algunos otros, los baños de hombres y mujeres están separados y la ropa no se permite. Está gente parece muy pudorosa.

Con la sudada del día, es la misma casi todos los días, me muero de ganas de probar estas aguas relajantes.

Varias bañeras de unos 5 metros de diámetro, en la ladera de la montaña componen el recinto. En ellas el agua esta a distintas temperaturas y todas con un ligero olor a azufre que no resulta desagradable.

Comenzamos por la más caliente. 42 grados. ¡Su madre como quema! Si no viera a otra gente parpadear cuando están dentro pensaría que se están cociendo y que mi piel se escaldará en breves segundos. Poco a poco consigo entrar. Acabas acostumbrándote pero la temperatura es excesiva para decir que llegue a estar a gusto. Será buenísimo y saludable para lo que sea pero quema de narices. Al salir, con mucho cuidado, pues el bajón de tensión es importante y parece que llevo un globo de impresión.

La temperaturade las piscinas va descendiendo hasta llegar a una más o menos fresquita donde creo estar en la gloria. Allí se hace de noche.

El domingo por la tarde una pequeña rutilla por el parque nacional de Yang Ming. Se trata de un bosque tropical al norte de la ciudad de Taipei y muy cerca de donde está la universidad donde estoy. Un autobús nos lleva desde Shipai hasta la entrada en menos de 20 minutos.

Al adentrarnos en el bosque un sonido lo invade todo, parece el grito de un animal, que calla para que otro de su misma especie le conteste, Finalmente descubrimos al causante. Una especie de grillo gigante, pero demasiado pequeño para tanto alboroto.

En apenas una hora completamos nuestro camino en un mirador sobre la cuidad junto a un pequeño pueblo. Para hacer tiempo hasta que se haga de noche y ver la ciudad iluminada nos acercamos al mismo. Se trata de una población de no más de 10 casas entre campos de cultivo. Según paseamos un chiquillo nos da voces desde una terraza. Nos acercamos, se trata del exterior de una casa acondicionado a modo de casa de comidas. Con las pocas palabras en inglés que sabe se hace entender: tea, bier, eating. Nos cae bien y el sitio tiene su encanto decidimo tomar una cerveza y ya metidos en faena cenar allí. Unos camarones fritos con guindilla y cebollino, una colección de boletus y unas verduras que el chico ha dicho que le molaban. Cenamos de maravilla.

El miercoles por la noche los compis de la unio me llevan a cenar a un restaurante de comida taiwanesa.

Taiwan es una ciudad con muchiiisimas scooters y tráfico totalmente caótico: que para un autobus delante de mi, pues me meto por la acera con la moto y aviando.

La cena se compone de sashimi, tofu frito, una sopa con todo tipo de movidas, unos rollitos de carne, una ensalada exótica, un plato que entiendo que es algo parecido a los callos y de postre guava (una fruta que no conocía antes de llegar aquí y que parece un limón gigante por fuera con carne semejante a la manzana por dentro), unos pastelitos dulces y mininaranjas como las que tenía en mi terraza de Barna caramelizadas. La cena muy agradable y la compañía aún más. Ellos queriendo saber cosas de España y yo cosa de Taiwan. Por desgracia no me puedo ir muy tarde, he de acabar la presentación del día siguiente, poner la colada y dejar lista la maleta. Próximo destino Bangkok, Tailandia.

miércoles, 15 de julio de 2009

Experimentos culinarios y festivales de rock

El fin de semana del 11 de Julio, visitamos la Snake Alley y asistimos a un festival de Rock en Fulong.
El mercado de Huaixi, tiene el sobrenombre de Tourist Night Market y también se le conoce como Snake Alley. No es un mercado nocturno propiamente dicho y muchos taiwneses lo tildan de ser principalmente una atracción turística. Antiguamente, aquí estaba el barrio rojo (barrios chinos eran todos) de la ciudad. Se trata de un mercado cerrado, donde hay desde puestos de fruta y pescado a restaurantes exóticos, pasando por tiendas de ropa o de pócimas varias. Un lugar cuando menos curioso.
Hay mucha gente paseando, algunos de ellos con sus camaras. Pero el hecho de ser prácticamente los únicos occidentales en el mercado hace que no nos sintamos tan en Guirilandia.
El objetivo de la noche es probar la carne de serpiente, de ahí el nombre del mercado. El precio de estos manjares es sustancialmente más altos de lo normal pero aún dentro de lo económico.
La primera parada será para probar la sopa de tortuga.
Durante una época de mi primera juventud consumía gustoso películas de género gore. Uno de los grandes clásicos era 'Holocausto canival'. Pese a mi afición al género recuerdo que me resulto especialmente desagradable un par de escenas reales innecesarias de violencia con animales que hicieron que la película no figurara entre mis recomendaciones. En especial aún recuerdo una en la que se cepillan con un machete a una tortuga para despúes comersela. Bien, pues me di cuenta de que los personajes de la película no eran más que unos meros aficionados comparados con la señora del restaurante. En dos golpes de cuchillo, le quitaba el caparazón y limpiaba las visceras de la tortuga mientras esta aún se movía y pasaba a la siguiente.

Movido por una curiosidad pseudoantropólógica y siguiendo el ejemplo de tantos científicos antes que yo me paso mis valores por el arco y doy prioridad a ciertas teorías de la consciencia que defienden que las tortugas no son conscientes (siguiendo con mi honestidad intelectual que alguien me recuerde que una de las conclusiones de mi tesis ha de ser que efectivamente es así). Vamos a probarla.
Pedimos un par de sopas de tortuga para compartir entre los ocho que somos, pues varios no estań por la labor de probarla. Nos la sirven acompañada de un chupito de licor hecho con la sangre, un vasito que parece ser semén de tortuga (aunque me sorprende lo trabajoso que el proceso de extracción resultaría, considero que no es tan agresivo como el de obtención de la carne) y que resulta ser un licor hecho con los huevos y otro que no se que es ni consigo que me lo expliquen, pero que sabe a rayos.
La sopa de tortuga está deliciosa si bien la carne en sí tiene un tacto no demasiado agradable y está llena de huesecillos.
La siguiente parada tiene como objetivo probar la carne de serpiente. En un restaurante pedimos serpiente a la plancha, piel de serpiente guisada, ratón y abejas. Nos lo sirven acompañado de una colección de chupitos que siguiendo el ritual que el camarero nos indica mezclamos y consumimos, todos muy buenos para algo. Se trata de sangre de serpiente, bilis, pene (es una suerte que las serpientes tengan dos), huevo, veneno, ginseng y unas capsulas de aceite de serpiente.


La serpiente a la plancha es un guiso delicioso, la carne es suave de sabor y tacto agradable y está bien condimentada.
La piel forma parte de un guiso sabroso pero su tacto correoso que recuerdo a los intestinos repugna a algunos.
Las abejas rebozadas como si fueran chopitos, pese a estar un pelin saladas gustan a todo el mundo.
El camarero nos indica que el ratón es de los que se le da de comer a las serpientes, que no se trata de una rata callejera. Eso nos deja mucho más tranquilos. Está preparado con una suerte de salsa de soja y miel. Está bueno. Encontrar la cabeza entre las tajadas impresiona un poco y demuestra que efectivamente es ratón lo que comemos. En el ratón también la carrillada es un bocado estupendo, si bien algo escaso.


El sabado vamos a un festival de rock en Fulong. Fulong está situado en la punta noreste de la isla de Taiwan. Llegamos casi a las 7 de la tarde. Dos escenarios gigantes en la playa y cantidades inmensas de gente que hacen cola pacientemente para cruzar el puente hacia el lugar de los escenarios, alrededor de los cuales hay puesto de comida de todo tipo.
Al poco de llegar descubrimos una cola inmensa (como sea la del baño lo llevamos crudo). Los conciertos terminan sorprendentemente a las 10, con lo que, entre que llegamos y nos colocamos a penas nos enteramos del concierto (la cola era para salir de la playa)
El acceso al agua esta cortado y hay pocas cosas que me apetecieran en esos momentos más que un baño para quitarme el sudor y la arena. Damos una vuelta por los alrededores poblados de gente que sigue de fiesta y acabamos con un grupo de taiwanenes con los que lo pasamos en grande pese a nuestras casi nulas posibilidades de comunicación.
A las dos la playa está desierta, limpia y se puede acceder al agua. Maravilloso.
Un par de horas más tarde un pequeño chiringuito abre, con cerveza fría y música suave para hacernos creer que estamos en el paraíso mientras el sol sale por encima de un templo taoista donde el bosque termina en el mar.


Tras dormir unas horas volvemos para darnos un baño en la playa. ¿Dondé está el pequeño pariso que había dejado atrás? Si alguien cree que en las playas de Gandia o Benidorm hay gente que se pase por aquí. En las primeras la frase típica es: ¡joder es que no hay dónde dejar la toalla! Aquí es ¡joder es que no hay donde poner el pie! Ligero baño y vuelta a casa.

El martes por la noche una nueva experiencia. Me despierto como si todo se moviera, la habitación me da vueltas. Cuando me dispongo a poner el ancla como medida de control para este tipo de situaciones me doy cuenta de que no me he tomado ni una cerveza antes de dormir y que se trata de un terremoto. Dos minutos después estoy durmiendo de nuevo.
La semana pasa un poco estresante preparando la primera presentación y otros trabajos. Uno de las tardes visito los templos de Confucio y Bao-an y el mercado nocturno de Shida, pero dejo los detalles para futuras entradas cuando me encargue con algo de detalle de los templos y los mercados.

viernes, 10 de julio de 2009

¿Y una vez orientados?

El viernes regresamos cada uno a su casa.
Lo primero de todo será poner una lavadora porque esta semana ha agotado mis reservas de ropa interior y exterior.
Paso por la tienda de turno, consigo detergente y me dispongo a hacer la colada. Un pequeño obstaculo me lo impide: la indicación de los programas de la lavadora me suenan a chino. Tendré que esperar a encontrarme a algún vecino (el domingo solucioné el problema)

Tras una cura de sueño me dirijo al centro un paseo y fiesta por la noche en la que creo que es la discoteca más pija de todo Taipei, el Luxy (sólo he estado en esa pero es difícilmente superable). 600 NTD con dos consumiciones. Muy similar a una discoteca bien montada europea, somos recibidos por atractivas jovenes locales lígeras de ropa y armadas con botellas de tequila para derramarlo en las gargantas de los sedientos clientes. Concurso de DJs, malabares en la barra, etc. Pues eso, fiesta que acabó como las de hace mucho mucho tiempo en Inn, o hace sólo mucho tiempo en el Zapata, bailando en el escenario. No soy fan de las discotecas, pero al que le gusten...ésta está muy bien.

El domingo relax, ya era hora. He recibido una invitación de la gente de mi departamento para asisitir a una fiestecilla de bienvenida en mi honor. Alucino y me siento un poco abochornado. Un compañero me recoge en la estación y me acompaña hasta el departamento donde el Pr. Houng (Allen a partir de ahora) y los demas compañeros me esperan.

Dos de mis colegas me enseñan el campus y me conducen después al departamento. El grupo al completo me da la bienvenida, cerveza taiwanesa, vino francés y viandas varias al estilo europeo, pizza, pollo, queso. Hubiera preferido algunas especialidades locales, pero aprecio, y mucho, el gesto de que hayan intentado conseguir comidas, exóticas por aquí, para que fueran de mi agrado (aún no saben que soy de buen yantar). La reunión es tranquila. La gente me cuenta en está trabajando y yo hago lo propio. Como regalo de bienvenida Allen me dice que me regalará una tetera: "el té en bolsitas no es la forma apropiada de beber té" afirma.
Al irnos le pregunto a un compañero que cual es el horario que tienen normalmente y que si la gente trabaja en el despacho (hay un despacho para los estudiantes). Me responde que de 8 de la mañana a 10 de la noche. Me atraganto y le miro con ojos como platos (como platos para el estandar occidental, para el asiático, mis ojos ya son de por si como platos así que debió creer que se me iban a caer). A las 8 de la mañana estoy en el despacho como un clavo. Soy el primero en llegar.
La semana comienza con la vuelta al trabajo. A la semana siguiente doy mi primera charla y he de revisar el artículo y acabar de preparar la presentación.
Los estudiantes son encantadores, me traen helados, fruta y están pendientes de mi. Reconozco que me siento como un animal exótico. Espero que se algún día se acostumbren a mi cara o no van a a ser capaces de trabajar nada.
Entre semana pocas novedades. Uno de los días como comenté una compañera me invita a ir a un KTV y otra de las tardes la pasó visitando uno de los mercados nocturnos y comiendo algo por alli con alguno de los compañeros que conocí la semana anterior. Cuando esté al día con el blog contaré como es un día cualquiera.
Un par de cosas aún han llamado mi atención durante esta semana.
La primera son las siestas. Entre las palabras que el castellano ha exportado a otras lenguas, siesta es una de las más celebradas. Si la tradición llegó aqui por los españoles que estuvieron hace siglos o no, no lo se, lo que puedo asegurar es que esta gente ha mejorado sustancialmente ese noble arte. ¡Joder que siestas se clavan!. En el sofá o en la mesa de trabajo, pero de pijama y orinal. Por lo que sé, por algunos compañeros españoles, en algunos laboratorios hasta piden que no se haga ruido a según que horas para no despertar a los que descansan. Por aquí la siesta es válida a cualquier hora del día.
El segundo es el tema de la basura. Ni en Taipei, ni en ninguna de las ciudades que he visitado hasta ahora hay rastro alguno de papeleras, sin embargo las calles está muy limpias y no se ven restos de ningún tipo. Así que si te tomas algo en la calle o bien te lo llevas a casa o compras algo más en otro lado y allí donde compras algo les dejas la basura de la compra anterior.
Según me han contado, la falta de papeleras tiene su justificación en la alta concentración de gente. Si hubira papeleras éstas estarían llenas en seguida y el ayuntamiento de turno no daría abasto a recogerlas.
Por las noches pasa un camión de recogida de basuras emitiendo una musiquilla (a horas prefijadas espero) y la gente baja sus bolsas de basura. Por fortuna el alquiler de mi habitación incluye la recogida de basura así que yo la dejo en el pasillo (aunque no produzco basura pues no como en casa)
Antes de cerrar este post un último apunte sobre otra diferencia cultural notable:
Si en España la gente se muere por torrarse al sol, aquí es justo lo contrario. Muchas mujeres (no he visto ningún hombre que lo haga) pasean protegidas del sol por paraguas y algunas incluso llevan unas mangas postizas que se ponen al salir a la calle. Aquí parece que los individuos de piel blanca tienen mayor exito reproductivo...

jueves, 9 de julio de 2009

Semana de Orientación IV

No ha llovido ni una gota en estos días. Como comentaba las tormentas de verano (1 hora de lluvia a saco y vuelve el sol) son comunes. La lluvia nos recibe en nuestra proxima parada, Keelung, donde según nos dicen llueve más de la cuenta.
Keelung es una ciudad pesquera con el principal puerto del norte de la isla. Es famosa por su pescado y por su mercado nocturno.
Por desgracia cuando llegamos esta próximo a cerrar y acabamos de cenar, asi que tendré que volver a probar sus delicatessen.
Los organizadores de este sarao nos proponen ir juntos a un karaoke, KTV como se le conoce aquí. Nada que ver con el karaoke al que estamos acostumbrados. El KTV es la diversión favorita de los jovenes en Taiwan. Hay multitud de ellos en cada ciudad. Se trata de un edificio con multitud de habitaciones. Cada grupo de amigos esta en una de ellas, así que solo cantas tú y tus colegas. La habitación cuenta con un monitor gigante, varios microfonos, sofas, y un terminal para seleccionar canciones (los taiwaneses se saben de memoria el número que codifica sus canciones favoritas). En éste el precio es de 250NTS e incluye comida y té. Las cervezas aparte y creedme hacen falta (no es que pretenda hacer apología del consumo de alcohol, pero el martes estuve de nuevo en un KTV con una compañera del departamento y sus amigos y no fue lo mismo. En las canciones en chino me dedicaba a reconocer los pocos caracteres que he aprendido y las pocas en inglés que ponían me tocaba cantarlas...). Estuvo muy divertido y nuestros compañeros taiwaneses se lo pasaban bomba. Por cierto si a alguien le gusta el manga que sepa que la gesticulación de la que hacen gala los personajes no es una exgeración. Es una replica fiel y l@s chic@s parecen sacados de un de esos episodios.

La semana de orientación acaba, poco antes de que acabara conmigo. El último día visitamos el National Palace Museum, aquí están todos los tesoros del imperio chino que Chiang Kai-shek logró traer consigo (la rockefeller ofreció construir el museo a cambio de una sola de sus cerámicas. Les dijeron que no).
Nos ofrecen una visita de poco menos de dos horas por la historia del imperio y sus obras de arte. Muy interesante pero demasiado rápido para asimilarlo todo.

Tras ello un banquete de despedida. !Teníais que ver al chef preparar la juliana!
Un par de autoridades taiwanesas, españolas y francesas vienen para decir unas palabras. El francés se suelta un speech de diez minutos en francés lo cual me parece un poco descortes dado que los taiwaneses que están con nosotros no lo entienden. El representante español le deja caer la puyita, saluda en castellano y dice unas palabras en inglés. Cuando acaban les agradecemos a Fei y a los chic@s el gran trabajo que han hecho. Menuda paliza se ha pegado.